"No llores por mí, si me amaras,
estarías aquí conmigo; si tú me quieres, ven a buscarme y arregla tu mente.”
-Amy Lee
Era
extraño, pero de alguna manera, se me había pasado –al menos un poco– el
resentimiento hacia Astrid. Me sentía optimista mientras me acerco cada vez más
a mi destino, y no se debe por todo el suceso en el que “gané” y me desahogué,
aunque sin duda, eso también cuenta.
Creo que es alegre, amable, tardona, rara,
anormal; dulce, con un extraño sentido de la “moda”. La conozco hace 5 minutos
y... algo freak debe gustarle. Entro a la primera tienda y no encuentro lo que
espero. Peluches, llaveros, billeteras... qué asco. Salgo y sigo caminando.
Observo a las personas pasar, y ellos también a mí. Todos tienen una historia
que contar, una más interesante que la otra. En Darkold me impacientaba por
saber cada una, que bueno que tenía a mi padre, mientras arreglaba al cadáver para
el funeral me contaba todo lo que sabía, que hicieron en la vida, de su
familia, sus compromisos, etc. Aun no entiendo de dónde sacaba toda la
información. Pero aquí, nada.
Me detengo ante una tienda con portada
extravagante como mi prima, a que ahí encontraré algo. Entro y por primera vez siento
que la forma de ser, de vestir, de todo no importa, solo importa ser uno mismo.
De nuevo se me viene a la cabeza que las personas que están ahí tienen su propia historia que contar, todos
diferentes y a la vez iguales, y con sus vestuarios me daban una pequeña pista.
Pantalones rasgados, diseño de animal, botas negras, chaquetas de cuero,
vestidos casi como los míos con un toque antiguo. Tenía ganas de comprar
absolutamente todo. Pero lo que más me gustó fue algo como una gargantilla de
metal –creo –con diseño de piel de cebra, púas y un toque chic, un lazo fucsia
que hacía que el collar llame la atención –al igual que Astrid. Lo compraré.
Agarro el collar y me dirijo hacia la caja.
–Tu
nombre –dice observándome hasta donde puede.
–Aud...
Loveday.
–30
dólares, ¿algo más? -se parece tanto a Astrid, excepto por el nauseabundo olor
a cigarro.
–Sí, ¿cuánto
está esa pulsera?, la de diseño de animal...
–Diseño print, querida, 15 dólares.
–Aquí tiene –respondo alcanzándole el dinero.
–Gracias
por venir.
–De
nada. Adiós.
–¡Espera! –grita.
– ¿Si? –digo volviendo a la caja.
–Tu
vuelto.
–Ah,
sí, claro... gracias.
–Ese
vestido... es algo inusual, vintage, ¿dónde lo compraste?
–En
Darkold, era de mi madre –mi fallecida madre.
–Darkold?
–pregunta la rubia.
–Inglaterra,
acabo de venir de allá. Mis padres fallecieron y... no quiero hablar de eso.
–Oh, lo
siento. Soy Amber. Loveday, ¿verdad?
–Sí,
pero dime Audrey. Luego nos vemos, debo irme, mi prima debe estar esperándome.
–Oh,
claro, toma mi número, si quieres llámame –me da su tarjeta.
Amber McCrackin. Lindo nombre. Espero que le
guste. Astrid, allá vamos.
Me dirijo hacia el estacionamiento, y allí
estaba, recostada en el auto, con los audífonos puestos, una posición perfecta
para una foto diría yo.
–Sube
al auto –dice con la voz aun un poco llorosa.
–Astrid... no sé lo que dije, pero no quise
lastimarte, duele demasiado tener que herir a alguien, me sentí muy mal
después, realmente nunca había hecho algo parecido antes, no pensé que te
afectaría tanto, estaba tan alterada por lo de mi padre... sabía que me
desquitaría en algún momento, pero... tú ya sabes.
–Y...
–dice recogiéndose el flequillo, está sin maquillaje. No se ve tan mal.
–Solo
te pido que me perdones. No sé por qué lo hice.... te traje esto –le doy el
presente –Creo que te puede gustar –sonrío, ella también.
–Cariño,
gracias, obvio que te perdono. De todos modos lo haría, no tenías por qué darme
esto. Es como si hubiera roto contigo –ríe -¿Son tan cordiales en Darkold?
–Pues...
–bufo –Cada uno es diferente –abre el regalo.
– ¡Me
encanta!... ¿dónde lo compraste?
–Ammm...no recuerdo el nombre de la tienda. Pero
era tan extravagante como tú.
–Sí,
claro. Querida, esto no es ser extravagante
–dijo subiendo al auto -es tener un estilo poco común. Es una moda.
–Una moda –susurro.
–Diríase que soy scene
queen, o eso creo, no es
algo común, por ahora, pero sé que pronto lo será. Además tú también tienes
potencial para serlo, quiero ser estilista, te puedo aconsejar en algunas
cosas.
– ¿Scene?
–Bah,
te lo explico más tarde. Pero, ¿qué onda tienes con los colores? Comprendo que
seas la hija de un empresario de pompas fúnebres, pero ¡no por eso debes vestir
así! Pareces...
– ¡Hey!
No sigas, todos somos diferentes, a mí me gusta el negro y a ti el print, o como sea que se llame. Además era
de mi madre.
–
¿Te gusta? Lo decoré yo misma.
–Pues...
Sí, pero aún no tiene mi marca.
–Solo quería un: Gracias Ast, no debiste, adoro mi cuarto.
–GRACIAS.
¿Feliz? –ambas reímos.
–Así
es. Si quieres mañana vamos a comprar algunas cosas, señorita vintage.
Desempaco
mis cosas. Estoy algo cansada. Pero no tanto como para caminar un poco y
respirar aire fresco. ¡Voy a salir a conocer el lugar!, le digo a Astrid. Está
bien, pero no vayas tan lejos, toma tu nuevo teléfono, responde bajando las
escaleras. Gracias. De nada, mi número está guardado ahí, toma las llaves, iré
a una fiesta, volveré más tarde. ¡Adiós Ast!
Camino
y camino. La mayoría de las casas se parecen entre sí. Excepto la nuestra que
era un poco más grande que las demás. Hay parques hermosos, con muchos árboles,
bueno no tanto como en UKA. Oscurece y decido que lo mejor es volver. El cielo
se pone anaranjado, hasta que llega al azul oscuro. Y finalmente anochece.
Una cuadra antes de
mi casa, me detengo, veo a un chico recostado en una cerca, creo que está escribiendo
algo, o ¿está llorando?, no lo creo. Lleva un pantalón negro –algo ajustado –y
una camiseta y zapatillas negras, todo al igual que su cabello. Pero no lo logro
ver completamente. This is a freak city!
Tal
vez tiene 16 ó 17. Quizás está en una banda de rock. ¿Es ateo, como yo? ¿Tiene
novia? ¿Podré ser yo? (Algún día).
– ¡Cállate Audrey! –susurro,
quizás algo fuerte.
Alza su
mirada, me mira, lo miro; sus ojos, son azul cielo, y tiene hermosos labios. Tengo
muchas ganas de hablarle, pero no me salen las palabras. Sin duda es hermoso,
pero no lo suficiente como para amarlo.