viernes, junio 29, 2012

II. Forgive Me

"No llores por mí, si me amaras, estarías aquí conmigo; si tú me quieres, ven a buscarme y arregla tu mente.”
-Amy Lee



    Era extraño, pero de alguna manera, se me había pasado –al menos un poco– el resentimiento hacia Astrid. Me sentía optimista mientras me acerco cada vez más a mi destino, y no se debe por todo el suceso en el que “gané” y me desahogué, aunque sin duda, eso también cuenta.
   Creo que es alegre, amable, tardona, rara, anormal; dulce, con un extraño sentido de la “moda”. La conozco hace 5 minutos y... algo freak debe gustarle. Entro a la primera tienda y no encuentro lo que espero. Peluches, llaveros, billeteras... qué asco. Salgo y sigo caminando. Observo a las personas pasar, y ellos también a mí. Todos tienen una historia que contar, una más interesante que la otra. En Darkold me impacientaba por saber cada una, que bueno que tenía a mi padre, mientras arreglaba al cadáver para el funeral me contaba todo lo que sabía, que hicieron en la vida, de su familia, sus compromisos, etc. Aun no entiendo de dónde sacaba toda la información. Pero aquí, nada.
   Me detengo ante una tienda con portada extravagante como mi prima, a que ahí encontraré algo. Entro y por primera vez siento que la forma de ser, de vestir, de todo no importa, solo importa ser uno mismo. De nuevo se me viene a la cabeza que las personas que están ahí  tienen su propia historia que contar, todos diferentes y a la vez iguales, y con sus vestuarios me daban una pequeña pista. Pantalones rasgados, diseño de animal, botas negras, chaquetas de cuero, vestidos casi como los míos con un toque antiguo. Tenía ganas de comprar absolutamente todo. Pero lo que más me gustó fue algo como una gargantilla de metal –creo –con diseño de piel de cebra, púas y un toque chic, un lazo fucsia que hacía que el collar llame la atención –al igual que Astrid. Lo compraré. Agarro el collar y me dirijo hacia la caja.
   –Tu nombre –dice observándome hasta donde puede.
   –Aud... Loveday.
   –30 dólares, ¿algo más? -se parece tanto a Astrid, excepto por el nauseabundo olor a cigarro.
   –Sí, ¿cuánto está esa pulsera?, la de diseño de animal...
   –Diseño print, querida, 15 dólares.
   –Aquí tiene –respondo alcanzándole el dinero.
   –Gracias por venir.
   –De nada. Adiós.
   –¡Espera! –grita.
   – ¿Si? –digo volviendo a la caja.
   –Tu vuelto.
   –Ah, sí, claro... gracias.
   –Ese vestido... es algo inusual, vintage, ¿dónde lo compraste?
   –En Darkold, era de mi madre –mi fallecida madre.
   –Darkold? –pregunta la rubia.
   –Inglaterra, acabo de venir de allá. Mis padres fallecieron y... no quiero hablar de eso.
   –Oh, lo siento. Soy Amber. Loveday, ¿verdad?
   –Sí, pero dime Audrey. Luego nos vemos, debo irme, mi prima debe estar esperándome.
   –Oh, claro, toma mi número, si quieres llámame –me da su tarjeta.

   Amber McCrackin. Lindo nombre. Espero que le guste. Astrid, allá vamos.
    Me dirijo hacia el estacionamiento, y allí estaba, recostada en el auto, con los audífonos puestos, una posición perfecta para una foto diría yo.
   –Sube al auto –dice con la voz aun un poco llorosa.
    –Astrid... no sé lo que dije, pero no quise lastimarte, duele demasiado tener que herir a alguien, me sentí muy mal después, realmente nunca había hecho algo parecido antes, no pensé que te afectaría tanto, estaba tan alterada por lo de mi padre... sabía que me desquitaría en algún momento, pero... tú ya sabes.
   –Y... –dice recogiéndose el flequillo, está sin maquillaje. No se ve tan mal.
   –Solo te pido que me perdones. No sé por qué lo hice.... te traje esto –le doy el presente –Creo que te puede gustar –sonrío, ella también.
   –Cariño, gracias, obvio que te perdono. De todos modos lo haría, no tenías por qué darme esto. Es como si hubiera roto contigo –ríe -¿Son tan cordiales en Darkold?
   –Pues... –bufo –Cada uno es diferente –abre el regalo.
   – ¡Me encanta!... ¿dónde lo compraste?
   –Ammm...no recuerdo el nombre de la tienda. Pero era tan extravagante como tú.
   –Sí, claro. Querida, esto no es ser extravagante –dijo subiendo al auto -es tener un estilo poco común. Es una moda.
   –Una moda –susurro.
   –Diríase que soy scene queen, o eso creo, no es algo común, por ahora, pero sé que pronto lo será. Además tú también tienes potencial para serlo, quiero ser estilista, te puedo aconsejar en algunas cosas.
   – ¿Scene?
   –Bah, te lo explico más tarde. Pero, ¿qué onda tienes con los colores? Comprendo que seas la hija de un empresario de pompas fúnebres, pero ¡no por eso debes vestir así! Pareces...
   – ¡Hey! No sigas, todos somos diferentes, a mí me gusta el negro y a ti el print, o como sea que se llame. Además era de mi madre.
 

   – ¿Te gusta? Lo decoré yo misma.
   –Pues... Sí, pero aún no tiene mi marca.
   –Solo quería un: Gracias Ast, no debiste, adoro mi cuarto.
   –GRACIAS. ¿Feliz? –ambas reímos.
   –Así es. Si quieres mañana vamos a comprar algunas cosas, señorita vintage.
   Desempaco mis cosas. Estoy algo cansada. Pero no tanto como para caminar un poco y respirar aire fresco. ¡Voy a salir a conocer el lugar!, le digo a Astrid. Está bien, pero no vayas tan lejos, toma tu nuevo teléfono, responde bajando las escaleras. Gracias. De nada, mi número está guardado ahí, toma las llaves, iré a una fiesta, volveré más tarde. ¡Adiós Ast!

   Camino y camino. La mayoría de las casas se parecen entre sí. Excepto la nuestra que era un poco más grande que las demás. Hay parques hermosos, con muchos árboles, bueno no tanto como en UKA. Oscurece y decido que lo mejor es volver. El cielo se pone anaranjado, hasta que llega al azul oscuro. Y finalmente anochece.
   Una cuadra antes de mi casa, me detengo, veo a un chico recostado en una cerca, creo que está escribiendo algo, o ¿está llorando?, no lo creo. Lleva un pantalón negro –algo ajustado –y una camiseta y zapatillas negras, todo al igual que su cabello. Pero no lo logro ver completamente. This is a freak city! Tal vez tiene 16 ó 17. Quizás está en una banda de rock. ¿Es ateo, como yo? ¿Tiene novia? ¿Podré ser yo? (Algún día).
   – ¡Cállate Audrey! –susurro, quizás algo fuerte.
    Alza su mirada, me mira, lo miro; sus ojos, son azul cielo, y tiene hermosos labios. Tengo muchas ganas de hablarle, pero no me salen las palabras. Sin duda es hermoso, pero no lo suficiente como para amarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario